Bueno, os debo una gran disculpa por la tardanza. La verdad es que diversos problemas familiares y de diversa índole, aparte de un bloqueo en el que no me salían palabras que escribir es lo que me hizo retrasarme. Espero que os guste, y también espero dar la talla para compensar dicha tardanza con este capitulo. Un saludo.
Capitulo
12."Locura".
Daniel
llegó junto a Shara a la puerta que daba al patio de la casa,
sinceramente ninguno de los dos querían entrar. Ambos se pararon
mirándose a los ojos y sin soltarse de la mano; de golpe la mano de
Daniel acaricio levemente la mejilla de Shara y ella esbozó un
sonrisa tierna a la vez que sentía como sus mejillas enrojecían, no
quería que el tiempo siguiera su paso, quería que se parase y que
un segundo fuese una eternidad dulce junto a él. Daniel se acerco de
nuevo a sus labios pero esta vez simplemente los rozó, y sin
separarse ni un solo milímetro de ellos y con los ojos cerrados
susurró unas palabras que a Shara le hicieron llorar de la emoción.
Tras esto lo besó como si no hubiese un mañana, como si su vida se
fuera a acabar y quisiera aprovechar casa instante de ella junto a
Daniel.
Mientras
en casa, Carlos estaba en su habitación, llorando, hasta que se
levantó con una mirada cargada de odio y furia, se puso de rodillas
y metió el brazo bajo la cama sacando un objeto alargado pero oculto
por papel de periódico que rodeaba junto a unas cuerdas dicho
objeto, lo desenvolvió y su boca esbozó una media sonrisa
contemplando lo que tenía entre sus manos e imaginando lo que en
unas horas realizaría con el con suma malicia.
Su
anciano abuelo entro de golpe y Carlos ocultó de nuevo el objeto con
los periódicos como pudo.
-Carlos...
¿Cómo te encuentras?. -Preguntó preocupado Antonio.
El
simplemente esbozó una sonrisa amplia y soltó una carcajada, y
relamiéndose los dientes mientras ladeaba la cabeza susurró.-
Dentro de unas horas seré el hombre más feliz de este mundo
abuelo... No te preocupes por nada.
-¿Qué
es eso que tienes sobre la cama?. -Preguntó ahora extrañado y con
un mal presentimiento aprisionándole el pecho.
-No
es nada. -Soltó en un suspiro.- Es solo un trofeo que me traje para
decorar la casa, es una sorpresa, mañana por la mañana lo veréis.
El
anciano simplemente suspiro con la cabeza gacha. No se fiaba de él,
tenía un mal presentimiento, un mal augurio.
Shara
y Daniel entraron en casa y nada más cerrar la puerta Emily fulminó
con la mirada a su hermana pequeña, no le hizo falta mover los
labios para que de golpe Shara con la mirada en el suelo susurrase:
“ya voy ha por las cosas en la habitación, no tardo”.
Dicho
esto se soltó de la mano de Daniel y se fue directa a la habitación.
Emily se acercó a Daniel mientras Bratt, Emma y la anciana María
observaban la escena.
Con
un dedo acusador señaló al pecho de Dani hasta hincar dicho dedo en
el centro del pecho y manteniendo así su dedo dijo en voz alta y con
mucha seguridad en aquellas palabras.
-No
se que hay entre vosotros pero nada seguro que no. Escúchame y graba
a fuego estas palabras en tu cabeza. - Tomó aire y fulminándolo con
una mirada como a su hermana dijo despacio para que le quedase claro
como el agua.- Como me de cuenta, o me entere, de que le haces el
mínimo daño a mi hermana, te juro por el cielo y por mi familia que
te busco y te destrozo como a un gusano, que quede bien claro.
¿Estamos?.
-S...
Sí. -Dijo algo sorprendido y con los ojos abiertos como platos
Daniel.
-Mejor.
Luego no digas que no te advertí. -Tras esto retiro su dedo y casi
dándole con el pelo al girarse le dio la espalda.
Shara
salió de la habitación con sus cosas y miró a todos, pero en quien
de verdad se fijó fue en Daniel, que observo bastante pillado y
sorprendido.
-Me
das un segundo por favor Emily... -Le rogó Shara a su hermana.
-Aaaaaag...
Uf... Vale, tienes cinco minutos, ni más ni menos, te espero en el
coche, no me hagas salir a por ti... -Respondió Emily.
-Gracias...
-Dijo con una leve sonrisa.
Emily
se limitó a poner los ojos en blanco y salir de la casa haciendo una
seña con la mano a Bratt para que fuera a abrirle el coche.
Shara
cogió del brazo a Daniel y tiró de el hasta la habitación en la
que estuvo durmiendo estos días, cerró la puerta y arrinconando a
Daniel contra la puerta que acababa de cerrar le besó de golpe
aferrándose a él. Eso era algo que le daba muchísima vergüenza,
pero aunque se muriese de ella quería aprovechar cada instante de
esos cinco minutos como si fueran los minutos que le quedaban de
vida, y como no sabía como explicarle lo que sentía se decidió por
expresarse lo como le salia del alma, dándole un beso cargado de
amor.
Daniel
cerró con fuera sus ojos y llorando en parte de la alegría y en
parte de la tristeza de que se fuera se aferro a ella también
pegándola más a él mientras la besaba con todo su amor también.
Tras
unos instantes separaron sus labios y Shara susurró: “confió en
ti y en lo que dijiste antes, te esperaré”. Dicho esto se
separaron y Shara acariciando los labios de Dani salió de la
habitación con una leve sonrisa e intentando no llorar fue hasta le
coche. Entró en este y sin que nadie dijera nada Bratt arrancó el
coche y salieron de aquel lugar. Daniel corrió hasta la puerta y se
quedó mirando el coche hasta que este desapareció en la carretera.
-Dani
cariño... -Susurró su abuela.- Anda, sonríe, si de verdad os
queréis os veréis de nuevo, te lo aseguro.
-Lo
se abuela... Lo se. -Respondió tragando saliva.
-Tu
abuelo quiere hablar contigo en la cocina, no se para que será, pero
me dijo que te avisara.
-De
acuerdo, voy a ver, ¿va?. Y descansa anda, el viaje ha sido muy
largo. -Dicho esto besó la frente de su abuela y entró en casa
dirigiéndose a la cocina. María simplemente sonrió, era la primera
vez desde hace mucho, que su nieto le daba un beso tras lo ocurrido.
Daniel
entró en la cocina. Lo primero que observó fue una cortinilla de
humo en esta, por lo visto su abuelo había comenzado a fumar un
puro, y eso lo alarmó, porque eso solo lo hacía cuando algo lo
tenía muy alterado.
Había
una silla cerca de él en la mesa mientras que su abuelo se limitó a
hacerle una seña con la mano, y sin vacilar se sentó en la silla y
miró a su abuelo con firmeza y templanza esperando a que su abuelo
dijera lo que quería decirle, pero no ocurrió nada, no al menos en
el acto, porque su abuelo le hizo una seña con la mano para que
esperase. Se limitó a fumar su puro lentamente mientras pensaba que
palabras decir y como expresar lo que quería decir, pues no era
fácil lo que quería decir.
Daniel
esperaba algo nervioso observando a su abuelo, la verdad es que no
sabía que podría pasar para que su abuelo llegara al extremo de
ponerse a fumar, así que eso le preocupaba bastante, lo que no sabía
es que lo que menos esperaba que ocurriese fuera a ocurrir ahora.
Su
abuelo tomo aire apagando el puro y sin más y sin mirar a su nieto a
los ojos secamente empezó a hablar.
-Desvisteté
de cintura para arriba ahora mismo y no rechistes ni te niegues o me
obligaras a hacerlo yo con mis propias manos.
-Abu...
Abuelo... ¿Qué pasa?. -Dijo asustado Daniel.
-Te
he dicho que te desvistas de cintura para arriba... -Dijo lentamente
cada palabra como intentando calmarse.
-Va...
Vale... ¿Pero por qué? - Susurró nervioso.
-¿Te
quieres desvestir de una maldita vez?. -gritó alterado Antonio.
Daniel
asustado se desvistió sin decir nada más dejando a la vista las
marcas y moratones que le propinaban Carlos cada día que estaba en
la casa cuando todos dormían.
Antonio
cerró los ojos, se sentía entre disgustado y a la vez furioso, no
sabía que hacer o que decir al descubrir que ocurría. Más de una
vez lo había sospechado, pero el comportamiento de Carlos de hoy y
lo que acababa de ver daban respuesta a todo lo que en un día
sospechó y a la vez quería olvidar para pensar que en realidad se
equivocaba. Tras un momento de meditación lo único que quería es
que Daniel no sufriese ningún daño, y su intuición de que
ocurriría algo malo si se quedaba esta noche le hacía llegar a
pensar que aquella noche ocurriría una locura.
-Daniel,
escucha detenidamente lo que te voy a decir ahora, y tendrás que
obedecer sin objetar lo que voy a decir, porque tienes que hacerlo
por tu propio bien... ¿Lo entiendes?. -Dijo seriamente Antonio
Daniel
solo asintió con mucho miedo, no sabía que hacer, decir o como
explicarse.
Ambos
salieron de la cocina en un rato, María se quedó extrañada al ver
a ambos tan callados, y al rato bajó Carlos con una sonrisa
demasiado amplia y misteriosa. Cada vez que se le preguntaba
respondía lo mismo: “mañana lo sabréis”. Daniel como siempre
hizo la cena y se retiró sin tomar bocado y los ancianos cenaron
junto a Carlos, el cual parecía estar de muy buen humor. Cayó la
noche y todos se fueron a sus habitaciones y cuando dieron las doce
de la noche Carlos salió de su habitación en silencio con una bate
de baseball en la mano, apoyado en su hombro, con una sonrisa
horrible en su boca. Se deslizó hasta la puerta de la habitación de
Daniel, abrió la puerta con sumo cuidado y entrando cerró la puerta
con delicadeza, realizando así el mínimo ruido.
Paso
a paso se iba a acercando a Daniel mientras iba desplazando el bate
de su hombro hasta dejarlo sujeto y suspendiendo ha pocos centímetros
del suelo con su brazo. Miró un instante a su hermano, como quien
contempla a una presa antes de matarla o darle caza y sin decir nada
empuñó el bate contra el cuerpo de Daniel con mucha violencia dos
veces, una en la cabeza y otra en el costado pero algo no parecía ir
bien, no se escuchó ningún lamento ni grito, ni la mínima queja,
por lo que supuso que lo mató en el acto, pero tras el segundo golpe
observo que el bate se hundió demasiado, como si hubiese golpeado
directamente al colchón. Al ver aquello su sonrisa diabólica
desapareció de su boca y dejó caer el bate al suelo, provocando un
ruido fuerte y seco que se escuchó en toda la casa y tras esto
retiró las sabanas del colchón y descubrió que ocurría.
Bajo
aquellas sabanas lo único que vio fue lo que menos esperaba
encontrase. No vio el cuerpo sin vida de su hermano, si no un puñado
de cojines, mantas hechas una bola y ropa repartida por toda la cama
para hacerle creer que estaba durmiendo. Miró con furia la
habitación y se dirigió al armario abriéndolo de par en par,
hallando este medio vacío.
En
ese momento sus ojos estaba cargados de odio y su cuerpo ardía de
ira, corrió hasta la ventana observando como desde ella descendía
una escalera y al asimilar todo salió de la habitación recogiendo
el bate y bajando corriendo hasta la puerta de la calle, la abrió y
buscó a Daniel con la mirada, pero por lo visto no estaba y salió
corriendo a la desesperada a la calle, bate en mano y en pijama, era
tal su furia que hasta que no estuvo buscándolo durante media hora
no decidió volver a casa, su “presa” había escapado, pero...
¿Cómo y cuándo?. No se lo podía explicar.
Daniel
mientras tanto estaba en un bus, de camino a la ciudad. Había
escapado de casa mientras cenaban los demás, era lo que habían
acordado Antonio y él en la cocina. Daniel se iría con una cantidad
de dinero ha la ciudad y desaparecería del pueblo. Su abuelo le
pasaría dinero de vez en cuando mientras le fuese posible y el se
iría a casa de unos amigos de Antonio, pero debería trabajar para
el amigo de su abuelo mientras tanto, hasta que pudiera vivir por su
propia cuenta o encontrase otro trabajo.
Por
un lado Daniel temía que Carlos descubriese que su abuelo fue quien
andaba de tras de todo y le pudiera hacer daño, pero por otro
lado... Era o huir o sufrir más palizas, o como hubiese pasado si
llega a estar aquella noche en casa, morir.
No
había tiempo para mirar atrás, no había tiempo para pensar, no
había tiempo para hacer otra cosa que huir de aquella pesadilla, ya
habría tiempo para pensar otra cosa.
Miró
el reloj del móvil y sin pensarlo dos veces buscó en su agenda el
numero de Shara y la llamó.
-Shara...
-Susurró con cariño al oír que cogía el móvil a pesar de la
hora.
-Bobo...
¡que casi me matan mis padres!. -Exclamó en voz baja.
-Lo
siento, lo siento... -Susurró medio sonrojado.
-Aiss.
No importa... ¿Cómo estas?, ¿ha pasado algo?. -Le respondió Shara
al mirar la hora extrañada en su despertador.
-La
verdad es que si... Estoy en... Estoy en un autobús de camino a la
ciudad, mi abuelo sabe lo de Carlos y me ha mandado a vivir a casa de
un amigo suyo de momento... -Dijo en un hilo de voz.
-¡¿Qué?!.
-Shara no cabía en su asombro. Por un lado saber que iba a estar en
la ciudad le encantaba, lo iba a tener cerca, pero por otro lado
estaba muy preocupada.
-Pues
lo que escuchaste cariño. -Susurró Daniel.
-Esto...
No se que decir... -Respondió Shara
-No
pasa nada, no importa. Deberíamos colgar, es muy tarde y tendrías
que dormir mi vida. -Susurró con cariño Daniel.
-Un
poquito más, por fis cielo. -Dijo con una voz infantil y de niña
pequeña Shara.
-Mmmmmmm...
Vaaaaale, de acuerdo, pero la próxima llamas tu que me voy a quedar
sin saldo. -Dijo Dani avergonzado.
Carlos
estaba entrando por la puerta de la calle y cerrando esta tras de si
a la vez que cerraba bien con llave. Estaba abatido, su plan había
fracasado y para colmo suyo no sabía a donde había escapado aquella
“rata”, que era como el lo llamaba a menudo. Entró al salón a
oscuras, observando con detenimiento la chimenea apagada en la que
brillaban los barrotes de hierro que servían para remover la madera
y las cenizas.
La
luna inundaba de luz la mitad del salón, pero Carlos se acercó
hasta la única ventana que no tenia la cortina corrida y la deslizó
suavemente, dejando caer a su ver el bate que aun mantenía aferrado
en su otra mano. Aun no entendía nada. No entendía como se había
dado cuenta de que lo iba a matar aquella noche, aunque también
pensaba que podía haber tenido suerte al fugarse hoy sin saber que
ocurriría. Pero, ¿por qué?, ¿por qué iba a huir?. Nunca se había
separado de aquellos dos ancianos y no lo veía capaz de aquello, no
podía ser, no era posible.
O
a lo mejor si, a lo mejor eso les demostraría a sus abuelos que el
tenía razón y su hermano siempre fue un maldito demonio que va
arruinando la vida de la gente con quien se junta. Sería su
oportunidad, aprovechando el disgusto que se darían ambos al
descubrir lo ocurrido, de hacerles ver que el siempre hizo bien en no
desearle bien a su hermano.
Resoplando
dejó caer su cuerpo sobre el sofá que tenía más cercano y miró
al techo pensativo, tenía demasiado en que pensar y muchas preguntas
sin respuestas en su mente, aunque su paz no duro mucho rato. La luz
se encendió de improvisto y sobresaltado pegó un brinco y se quedó
fijamente mirando a la puerta.
-¿Me
puedes decir que haces a estas horas en el salón Carlos?. -Dijo de
golpe la voz de su abuela.
Carlos
suspiró aliviado y dejándose de nuevo caer sobre el sofá
respondió. -Nada, simplemente me desvelé y me bajé abajo.
-Deberías
subir y dormir Carlos, ya es muy tarde, nada, si no me haces caso por
vieja hazlo por que soy tu abuela. -Le replicó María.
-Bueno,
de acuerdo, pero que conste que no eres vieja eee. No digas tonterías
abu. -Le guiñó un ojo y acariciándole el hombro se fue a su
habitación dejando el bate atrás, no podía arriesgar a cogerlo.
De
momento todo le era extraño, pero no solo para él, sino también
para Daniel, el cual no entendía porque su hermano lo odiaba tanto,
no entendía porque tenía abandonar a la poca familia que le quedaba
en esta vida, no entendía casi nada.
¿Y
qué era de Emma y su problema con Aiden?. Lo que si sabían todos es
que el destino estaba siendo modificado por cada uno y que sus vidas
estaban dando un giro, para bien o para mal, todo estaba por verse.