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18 abr 2013

Capitulo 13. "La nueva casa"


Capitulo 13. “La nueva casa”


La luz del sol se filtraba por las finas y delgadas cortinillas de las ventanas del autobús. Los asientos no eran muy cómodos, ni si quiera era buenos para mantenerse sentado en ellos un rato a penas, no sin acabar desesperado para encontrar una buena postura.
Daniel yacía dormido aun en uno de aquellos asientos, para ser exacto en la penúltima fila de asientos, a la derecha, con asiento de ventana. La luz tenue que se filtraba por la cortinilla extendida sobre la ventana, no le molestaba, ya se había acostumbrado a dormir con la luz del sol dándole de lleno en la cara en las mañanas en las que, tras aparecer el alba en el horizonte de los tejados de las casitas del pueblo, Carlos, tras sus rutinarias e inaguantables palizas, se retiraba a dormir y descansar para variar un poco.
Apenas había pasado una buena noche tras la huida planeada con su abuelo de casa, y le atormentaba la idea de que Carlos pudiera torturar a sus abuelos, o llegar a hacerles daño por no haberse quedado a soportar sus típicas palizas cada vez que iba de visita. A pesar de aquello y de la incomodidad de los asientos de aquel autobús, pudo dormirse.
El bullicio de la gran ciudad ya era parte del ruido del ambiente, y junto a ello venía la necesidad de encender el aire acondicionado del autobús por el calor que comenzaba a generarse por la entrada y salida de personas en las paradas que hacía el bus en plena ciudad antes de llegar a la estación.


Daniel se despertó de golpe por un fuerte pitido de uno de los coches que intentaba adelantar al autobús por ir “muy despacio”, ya que tendían a circular a mayor velocidad de la establecida como es normal.
Se sentó bien sobre su asiento. El bullicio de la calle le era algo extraño, por lo que tras retirarse las pequeñas lagañas de sus ojos como pudo, y de revolotearse algo el pelo, recogió la pequeña cortinilla que le tapaba la vista de las calle. La luz del sol lo deslumbró de golpe, por lo que tubo que entrecerrar los ojos y taparse algo con una de sus manos, pero al acostumbrarse pudo, aunque torpemente, abrir bien los ojos para mirar con detenimiento aquella ciudad.
Todo era multitudes de personas andando de aquí para allá y de allá para acá sin cesar. Colas de coches aparcados a los lados de las aceras, y otros cuantos circulando sin cesar por las carreteras, dando a pensar que nunca llegarían a estar vacías.


El autobús giró metiéndose, por lo visto, por lo que era la gran vía de la ciudad. Todo lleno de tiendas de las que no dejan de salir hombres y mujeres, adolescentes y jóvenes, en pareja, en grupos, de mil formas. Un bullicio bastante intenso era cuanto escuchaba. Gente hablando, andando, corriendo, cogiendo coches o un taxi. Saliendo de edificios o entrando en otros, la verdad es que pensaba que el costaría un tiempo acostumbrarse a todo aquello.
De una de las tiendas pudo distinguir a alguien que le era conocido. Se fijó el instante que el autobús en marcha le concedió y pudo conseguir averiguar de quien se trataba. Era Emma, aquella chica, amiga de Shara que estuvo con ellos en casa, y estaba acompañado de un chico alto y otras tres chicas más, pero ni una de ellas tenía ese color rojizo que tanto le encantaba de Shara, por lo que dio por supuesto que ella no estaría entre ese grupillo y Emma y apartó la mirada para seguir observando aquella gran ciudad.
Todo siguió así hasta que alcanzó a oír a uno de los ocupantes del autobús hablando con su compañero que ya estaban llegando a la estación. Eso en parte le puso nervioso, por otro lado le emocionó, y no sabía como reaccionar, así que esperó paciente mirando por aquella ventana hasta ver que el autobús se paraba en un anden. Se levantó desperezándose tímidamente y estirando un poco las piernas salió de aquel autobús, se dirigió a las cocheras y recogió su maleta con tranquilidad, luego se sentó en uno de los bancos próximos y se quedó observando a al gente que paraba a su alrededor, esperando a que llegara aquel amigo del que le habló su abuelo.


Pasó el tiempo. El sol estaba casi su cabeza, lo que más o menos le quería indicar que estaría casi sobre al hora del medio día comenzando su tarde en aquella ciudad. ¿Tanto estaba tardando aquel amigo o es que se habían olvidado de él?. La verdad es que no lo sabía. Se levantó de aquel banco y maleta en mano comenzó a caminar por la estación tranquilamente, no tenía mejor que hacer, aunque se moría de ganas de volver a ver o escuchar a Shara, era inevitable para él.
Se metió la mano en el bolsillo, rebuscando en el su móvil, y cuando se disponía a sacarlo lentamente de golpe observó a un hombre acercándose hacia él, como con prisa, por lo que se detuvo y dejo su móvil donde mismo estaba, quedándose como esperando una reacción por parte de dicho hombre, hasta que se paró delante suya y suspirando simplemente resopló, como si acabase de quitarse un gran peso de encima, por lo que supuso que aquel hombre sería el amigo de su abuelo.
Era un hombre de una edad media, para ser exactos tenía 50 años, el pelo algo canoso y con una raya en medio, peinado como en los antiguos años de la clásica España. Sus ojos eran de un tono verde apagado y sus ojeras y patas de gallo podían mostrar que no había tenido una buena vida, o al menos, no últimamente. Tenía un mentón imponente y era algo corpulento a pesar de la edad, con una estatura bastante alta y de un porte serio y respetable. Vestía con un traje de color gris, con una camisa roja que aparentaba ser de alta gama y una vistosa corbata de color plateado que deslumbraba sobre aquel rojo de la camisa y daba un toque aun más elegante a aquel traje grisáceo. La corbata iba algo desahogada, y al verdad es que aunque aquel hombre impusiese, el sudor de su frente, la corbata mal colocada y el traje abierto mostrando parte de la camisa fuera del pantalón no daban una muy buena impresión, y mucho menos con aquel hedor a alcohol con el que venía. El olor que desprendía a tabaco, tanto por el aliento como por su ropa ya le daba algo igual, estaba acostumbrado por aquellos días en los que su abuelo traía a gente a casa y acababan todos fumando con tranquilidad en el salón, pero aquel hedor tan fuerte a alcohol le echaba algo a atrás.
Tras recuperar el aliento, al fin, aquel hombre le dirigió la palabra.
-Tu eres Daniel Castro, el nieto de Antonio Castro, ¿cierto?. -Dijo bastante despistado y observando todo a su al rededor.
-Mmm... Esto... Sí, soy yo. ¿Es usted el amigo del que me habló mi abuelo?. -Preguntó algo dudoso Daniel.
-Sí, lo soy, perdona por la tardanza. Soy Jaime Benítez, puedes llamarme Jaime a secas, no muerdo. -Y soltando una leve risa le tendió su mano para estrechar ambas.
-Es un placer Don Jaime. -Daniel estrechó su mano con la suya notando todo aquel sudor que desprendía.
-No hace falta que me digas don, señor, ni me hables de usted, tu tranquilo, si quieres solo llámame Jaime. ¿Vamos hacía casa?. -Preguntó ya más relajado.
-Cuando quiera, yo le estaba esperando. -Le respondió Daniel con una leve sonrisa esbozada en su boca.


Tras esto ambos salieron, camino de la gran vía de aquella ciudad, y tras atravesar algunas calles que había justo en esta misma gran vía, llegaron hasta a un edificio bastante grande y que por lo que podía ver, no parecía haber sido precisamente barato, menos teniendo en cuenta que estaba a siete minutos de la misma gran vía.
Por el camino aquel hombre simplemente se limitó a decirle por donde ir, y ay en el mismo ascensor comenzó a disculparse por su tardanza. Le explicó que había tenido un problemilla en casa y se le pasó el tiempo bastante rápido y cuando quiso darse cuenta ya era demasiado tarde. A Daniel la verdad es que no parecía importarle, solo quería algo de agua y poder dejar sus cosas, de las que no se había despegado, aunque fuesen en el suelo.
Ascendieron hasta el sexto piso y entraron en el sexto “B”. Aquella casa era bastante bonita, pero al pasar a la cocina, el ver aquellas botellas de alcohol medio vacías o rotas, encontrarse con medio paquete de tabaco casi liquidado en un cenicero y algunas cosas tiradas o destrozadas por el suelo le dieron mucho que pensar sobre los que vician en aquella casa, aunque Daniel prefería no juzgar hasta saber y conocer de verdad a aquellas personas a las que le acogían sin más.
Bebió agua y Jaime se acercó para decirle que el acompañase, lo dirigió hasta el final del único pasillo de aquella casa y le abrió la puerta de la derecha con tranquilidad, dando a ver una habitación limpia y ordenada, con una cama bastante amplia, unas paredes de un azul claro bastante bonito, un escritorio de madera bastante trabajado y antiguo, un armario empotrado en una de las paredes, pintado a semejanza e igualdad al color de la paredes, unas cuantas lejas con unos pocos libros y una bonita mesita de noche cerca de la cama. La verdad es que la habitación estaba muy bien, es más, disponía de un pequeño balcóncito que por lo visto conectaba casi todas las habitaciones de aquella casa, aunque tenían un pequeño muro entre balcón y balcón. Las puertas de cristal de el balcón estaba tapadas con unas finas cortinas azuladas bastante sedosas. Todo aquello al verdad es que le encantó, y la habitación tenia un toque acogedor, por lo que dejó sus cosas sobre la cama y el escritorio con mucho cuidado, aunque lo primero que hizo al hacer esto fue sacarse una pequeña foto que estaba escondida entre las páginas de un libro antiguo, era una fotografía de su madre. Sonrió con una leve lagrima y escondió la foto directamente de nuevo en aquel libro, el cual mezcló entre los de las lejas.


Emma estaba tranquila, andando por al calle junto a Bratt, el cual iba con ella en cierto modo para protegerla de cualquier tontería de Aidan, y en parte porque le gustaba, aunque eso ya saltaba a la vista.
Junto a ellos dos iban Camile, la hermana menor de Aidan, Delia, y Marta, que eran el grupillo de amigas que tenia Emma por la zona sin contar a Shara, la cual no había ido porque le había tocado tener que ir con su madre y su hermana a casa de sus tíos.
La verdad es que ya estaban algo cansadas de ir tienda por tienda y decidieron irse a sus respectivas casas y luego quedar algo más tarde, por el calor. Así que cada uno tomó su camino, todos menos Bratt, el cual no se separó de Emma hasta que llegaron a casa de esta y entraron juntos.
-Emma... Esto, si quieres esta tarde puedo venir antes, por recogerte y tal... -Dijo entrecortado Bratt.
-Bobo... No hace falta, hablé con mi madre y me ah dicho de llevarme ella. -Dijo con una sonrisa en su boca.
Algo sonrojado y cortado asintió. -De acuerdo, pues nada, nos vemos a las seis donde siempre, ¿va?.
-Claro que si bobito, tu tranquilo, que no va a pasarme nada, que las paredes no muerden, a lo mejor mi madre si, pero las paredes no. -Dijo regalando le una amplia sonrisa.
-Vale, cuídate va, luego nos...
De golpe Bratt fue interrumpido por la madre de la misma Emma en la misma puesta de casa y con una agradable sonrisa dijo cortando a ambos. -Anda Bratt, ¿te vas ya?. ¿Por qué no te quedas a comer en casa?. Yo invito, vosotros relajaos, así os llevo a los dos luego.
Bratt no sabía que decir, estaba algo más sonrojado, y mirando a Emma a los ojos como pidiendo permiso, de golpe, esta añadió.
-Anda pasa bobo, quédate por favor. -Dijo muy alegre y con unos ojos rogativos llenos de cariño.
-De acuerdo, me quedo a comer con ustedes, muchas gracias de verdad. -Respondió Bratt.
-No hay de que, anda pasad los dos que me acaparáis la puerta entera. -dijo la madre de Emma.
Ambos rieron sonrojados mirándose a los ojos, la verdad es que ninguno se lo esperaba.


Jaime estaba ordenando como podía la cocina, es más, en cuanto pudo Daniel salió de la habitación para ayudarle también, en parte por ayudar al pobre hombre y en parte por que le daba algo de cosa que todo estuviese tan sucio.
Tras limpiar toda la cocina Daniel estaba un poco manchado, una de las botellas se le volcó sobre la camiseta en un despiste e iba perdido por decirlo de algún modo. La verdad es que Jaime estaba bastante agradecido con al ayuda que le había ofrecido Daniel, uno de sus hijos volvería en un rato a casa y si llega a ver al cocina así seguro que le dedicaría una cara de asco y odio. De nuevo miró el reloj de la cocina, el cual había mirado muy de vez en cuando mientras limpiaban aquel estropicio y al ver la hora se llevó las manos a la cabeza.
-Mierda... Mierda... Mi mujer me mata, y mi hijo más de lo mismo... Oye Daniel, tengo que irme corriendo a por mi hijo mayor, estará esperándome como una media hora o más en casa de sus tíos, que esta con su madre, la que me mata como no lo recoja y lo lleve para casa, que no se fía de él... Bueno, el caso, que si quieres... Bueno, deberías... Esto, que creo que deberías ducharte, por lo de la botella y tal... Es que si llega mi mujer y te pilla así... Bueno que intentes estar presentable, me harías un favor... Si se enteran de lo de la cocina... Bueno que me marcho, el agua siempre esta caliente, por eso no te preocupes, el baño es el de la puerta de en medio del pasillo a al izquierda, adiós. - Dicho esto salió corriendo antes de que Daniel pudiera responder.
-Pues bueno... A ducharse se ha dicho. -Se dijo a si mismo Dani.
Daniel se fue a la que a partir de ahora hasta un tiempo sería su habitación, se cogió algo de ropa interior y desvistiéndose en la habitación casi por completo aprovechando que no había nadie se fue luego a la ducha.


Camile estaba de camino a su casa. Era una muchacha bastante atractiva, de un metro sesenta más o menos, un rostro bastante bonito, un pelo largo y algo rizado de un negro bastante oscuro, unos ojos de color gris claro bastante extraños a la vez que hermosos y unos labios rosados bastante resaltados sobre su piel de un tono carne cálido y por el color de su pelo y ojos. Vestía con unos pantalones cortos vaqueros, unos tacones de ultima moda de tacón ancho, y una camiseta algo ancha y metida bajo el pantalón, enseñando los hombros, que era de color blanca y azul a rayas horizontales.
Iba a un buen paso y en nada estaba subiendo por el ascensor, sacó de su bolso negro y pequeño unas llaves y abrió al puerta con cierta alegría de poder llegar y ponerse el aire acondicionado para quitarse en parte el calor de la calle, aunque tenia pensado darse una buena ducha nada más llegar y relajarse, cerró la puerta y se metió en su cuarto, dejo las cosas y cuando salió de la habitación para ir a la cocina la puerta del baño se abrió y de golpe se encontró con un chico de pelo negro y ojos azules, tapado por una toalla de cintura para abajo, col alguna que otra marca sobre su piel, la cual estaba aun algo mojada y el cual se quedó algo sorprendido, y muy sonrojado volvió a meterse dentro cerrando al puerta. Camile simplemente esbozó una sonrisa tonta, se había quedado a la vez que pillada por que hubiese alguien en casa a quien no conocía, y por otro lado, como ya sabía que venia un chico a vivir con ellos, algo atontada mirándolo de arriba a abajo disimuladamente, se llevó el dedo indice a la boca mientras este se había encerrado y con una leve risita y un leve sonrojo en las mejillas se fue alegré hacia el salón.
Daniel estaba en el baño, rojo y muy avergonzado, intentando calmarse, ya que le vieran así y encima vieran las marcas de su hermano no era algo agradable, mientras que Camile estaba en el salón, encendiendo el aire y con una sonrisa tonta, buscando el numero de una de sus amigas en el móvil, estaba bastante contenta de lo que acababa de ver y no iba a quedarse callada, y menos iba a intentar conocer quien era y saber de él, se podría decir que le acababa de entrar de lleno por los ojos.


Lo peor aun no había llegado, ya que Daniel no sabía que aquella chica era la hermana de Aidan, al cual golpeó con violencia hace muy poco.
Aun debían saberse muchas cosas, nuevas cosas iba apareciendo, nuevos problemas, nuevas oportunidades, mil cosas están aun por pasar con la vida de cada uno, aun queda... historia que contar.



8 abr 2013

Duodécimo capitulo. "Locura".


Bueno, os debo una gran disculpa por la tardanza. La verdad es que diversos problemas familiares y de diversa índole, aparte de un bloqueo en el que no me salían palabras que escribir es lo que me hizo retrasarme. Espero que os guste, y también espero dar la talla para compensar dicha tardanza con este capitulo. Un saludo.

Capitulo 12."Locura".


Daniel llegó junto a Shara a la puerta que daba al patio de la casa, sinceramente ninguno de los dos querían entrar. Ambos se pararon mirándose a los ojos y sin soltarse de la mano; de golpe la mano de Daniel acaricio levemente la mejilla de Shara y ella esbozó un sonrisa tierna a la vez que sentía como sus mejillas enrojecían, no quería que el tiempo siguiera su paso, quería que se parase y que un segundo fuese una eternidad dulce junto a él. Daniel se acerco de nuevo a sus labios pero esta vez simplemente los rozó, y sin separarse ni un solo milímetro de ellos y con los ojos cerrados susurró unas palabras que a Shara le hicieron llorar de la emoción. Tras esto lo besó como si no hubiese un mañana, como si su vida se fuera a acabar y quisiera aprovechar casa instante de ella junto a Daniel.


Mientras en casa, Carlos estaba en su habitación, llorando, hasta que se levantó con una mirada cargada de odio y furia, se puso de rodillas y metió el brazo bajo la cama sacando un objeto alargado pero oculto por papel de periódico que rodeaba junto a unas cuerdas dicho objeto, lo desenvolvió y su boca esbozó una media sonrisa contemplando lo que tenía entre sus manos e imaginando lo que en unas horas realizaría con el con suma malicia.
Su anciano abuelo entro de golpe y Carlos ocultó de nuevo el objeto con los periódicos como pudo.
-Carlos... ¿Cómo te encuentras?. -Preguntó preocupado Antonio.
El simplemente esbozó una sonrisa amplia y soltó una carcajada, y relamiéndose los dientes mientras ladeaba la cabeza susurró.- Dentro de unas horas seré el hombre más feliz de este mundo abuelo... No te preocupes por nada.
-¿Qué es eso que tienes sobre la cama?. -Preguntó ahora extrañado y con un mal presentimiento aprisionándole el pecho.
-No es nada. -Soltó en un suspiro.- Es solo un trofeo que me traje para decorar la casa, es una sorpresa, mañana por la mañana lo veréis.
El anciano simplemente suspiro con la cabeza gacha. No se fiaba de él, tenía un mal presentimiento, un mal augurio.


Shara y Daniel entraron en casa y nada más cerrar la puerta Emily fulminó con la mirada a su hermana pequeña, no le hizo falta mover los labios para que de golpe Shara con la mirada en el suelo susurrase: “ya voy ha por las cosas en la habitación, no tardo”.
Dicho esto se soltó de la mano de Daniel y se fue directa a la habitación. Emily se acercó a Daniel mientras Bratt, Emma y la anciana María observaban la escena.
Con un dedo acusador señaló al pecho de Dani hasta hincar dicho dedo en el centro del pecho y manteniendo así su dedo dijo en voz alta y con mucha seguridad en aquellas palabras.
-No se que hay entre vosotros pero nada seguro que no. Escúchame y graba a fuego estas palabras en tu cabeza. - Tomó aire y fulminándolo con una mirada como a su hermana dijo despacio para que le quedase claro como el agua.- Como me de cuenta, o me entere, de que le haces el mínimo daño a mi hermana, te juro por el cielo y por mi familia que te busco y te destrozo como a un gusano, que quede bien claro. ¿Estamos?.
-S... Sí. -Dijo algo sorprendido y con los ojos abiertos como platos Daniel.
-Mejor. Luego no digas que no te advertí. -Tras esto retiro su dedo y casi dándole con el pelo al girarse le dio la espalda.
Shara salió de la habitación con sus cosas y miró a todos, pero en quien de verdad se fijó fue en Daniel, que observo bastante pillado y sorprendido.
-Me das un segundo por favor Emily... -Le rogó Shara a su hermana.
-Aaaaaag... Uf... Vale, tienes cinco minutos, ni más ni menos, te espero en el coche, no me hagas salir a por ti... -Respondió Emily.
-Gracias... -Dijo con una leve sonrisa.
Emily se limitó a poner los ojos en blanco y salir de la casa haciendo una seña con la mano a Bratt para que fuera a abrirle el coche.
Shara cogió del brazo a Daniel y tiró de el hasta la habitación en la que estuvo durmiendo estos días, cerró la puerta y arrinconando a Daniel contra la puerta que acababa de cerrar le besó de golpe aferrándose a él. Eso era algo que le daba muchísima vergüenza, pero aunque se muriese de ella quería aprovechar cada instante de esos cinco minutos como si fueran los minutos que le quedaban de vida, y como no sabía como explicarle lo que sentía se decidió por expresarse lo como le salia del alma, dándole un beso cargado de amor.
Daniel cerró con fuera sus ojos y llorando en parte de la alegría y en parte de la tristeza de que se fuera se aferro a ella también pegándola más a él mientras la besaba con todo su amor también.
Tras unos instantes separaron sus labios y Shara susurró: “confió en ti y en lo que dijiste antes, te esperaré”. Dicho esto se separaron y Shara acariciando los labios de Dani salió de la habitación con una leve sonrisa e intentando no llorar fue hasta le coche. Entró en este y sin que nadie dijera nada Bratt arrancó el coche y salieron de aquel lugar. Daniel corrió hasta la puerta y se quedó mirando el coche hasta que este desapareció en la carretera.
-Dani cariño... -Susurró su abuela.- Anda, sonríe, si de verdad os queréis os veréis de nuevo, te lo aseguro.
-Lo se abuela... Lo se. -Respondió tragando saliva.
-Tu abuelo quiere hablar contigo en la cocina, no se para que será, pero me dijo que te avisara.
-De acuerdo, voy a ver, ¿va?. Y descansa anda, el viaje ha sido muy largo. -Dicho esto besó la frente de su abuela y entró en casa dirigiéndose a la cocina. María simplemente sonrió, era la primera vez desde hace mucho, que su nieto le daba un beso tras lo ocurrido.


Daniel entró en la cocina. Lo primero que observó fue una cortinilla de humo en esta, por lo visto su abuelo había comenzado a fumar un puro, y eso lo alarmó, porque eso solo lo hacía cuando algo lo tenía muy alterado.
Había una silla cerca de él en la mesa mientras que su abuelo se limitó a hacerle una seña con la mano, y sin vacilar se sentó en la silla y miró a su abuelo con firmeza y templanza esperando a que su abuelo dijera lo que quería decirle, pero no ocurrió nada, no al menos en el acto, porque su abuelo le hizo una seña con la mano para que esperase. Se limitó a fumar su puro lentamente mientras pensaba que palabras decir y como expresar lo que quería decir, pues no era fácil lo que quería decir.
Daniel esperaba algo nervioso observando a su abuelo, la verdad es que no sabía que podría pasar para que su abuelo llegara al extremo de ponerse a fumar, así que eso le preocupaba bastante, lo que no sabía es que lo que menos esperaba que ocurriese fuera a ocurrir ahora.
Su abuelo tomo aire apagando el puro y sin más y sin mirar a su nieto a los ojos secamente empezó a hablar.
-Desvisteté de cintura para arriba ahora mismo y no rechistes ni te niegues o me obligaras a hacerlo yo con mis propias manos.
-Abu... Abuelo... ¿Qué pasa?. -Dijo asustado Daniel.
-Te he dicho que te desvistas de cintura para arriba... -Dijo lentamente cada palabra como intentando calmarse.
-Va... Vale... ¿Pero por qué? - Susurró nervioso.
-¿Te quieres desvestir de una maldita vez?. -gritó alterado Antonio.
Daniel asustado se desvistió sin decir nada más dejando a la vista las marcas y moratones que le propinaban Carlos cada día que estaba en la casa cuando todos dormían.
Antonio cerró los ojos, se sentía entre disgustado y a la vez furioso, no sabía que hacer o que decir al descubrir que ocurría. Más de una vez lo había sospechado, pero el comportamiento de Carlos de hoy y lo que acababa de ver daban respuesta a todo lo que en un día sospechó y a la vez quería olvidar para pensar que en realidad se equivocaba. Tras un momento de meditación lo único que quería es que Daniel no sufriese ningún daño, y su intuición de que ocurriría algo malo si se quedaba esta noche le hacía llegar a pensar que aquella noche ocurriría una locura.
-Daniel, escucha detenidamente lo que te voy a decir ahora, y tendrás que obedecer sin objetar lo que voy a decir, porque tienes que hacerlo por tu propio bien... ¿Lo entiendes?. -Dijo seriamente Antonio
Daniel solo asintió con mucho miedo, no sabía que hacer, decir o como explicarse.
Ambos salieron de la cocina en un rato, María se quedó extrañada al ver a ambos tan callados, y al rato bajó Carlos con una sonrisa demasiado amplia y misteriosa. Cada vez que se le preguntaba respondía lo mismo: “mañana lo sabréis”. Daniel como siempre hizo la cena y se retiró sin tomar bocado y los ancianos cenaron junto a Carlos, el cual parecía estar de muy buen humor. Cayó la noche y todos se fueron a sus habitaciones y cuando dieron las doce de la noche Carlos salió de su habitación en silencio con una bate de baseball en la mano, apoyado en su hombro, con una sonrisa horrible en su boca. Se deslizó hasta la puerta de la habitación de Daniel, abrió la puerta con sumo cuidado y entrando cerró la puerta con delicadeza, realizando así el mínimo ruido.
Paso a paso se iba a acercando a Daniel mientras iba desplazando el bate de su hombro hasta dejarlo sujeto y suspendiendo ha pocos centímetros del suelo con su brazo. Miró un instante a su hermano, como quien contempla a una presa antes de matarla o darle caza y sin decir nada empuñó el bate contra el cuerpo de Daniel con mucha violencia dos veces, una en la cabeza y otra en el costado pero algo no parecía ir bien, no se escuchó ningún lamento ni grito, ni la mínima queja, por lo que supuso que lo mató en el acto, pero tras el segundo golpe observo que el bate se hundió demasiado, como si hubiese golpeado directamente al colchón. Al ver aquello su sonrisa diabólica desapareció de su boca y dejó caer el bate al suelo, provocando un ruido fuerte y seco que se escuchó en toda la casa y tras esto retiró las sabanas del colchón y descubrió que ocurría.
Bajo aquellas sabanas lo único que vio fue lo que menos esperaba encontrase. No vio el cuerpo sin vida de su hermano, si no un puñado de cojines, mantas hechas una bola y ropa repartida por toda la cama para hacerle creer que estaba durmiendo. Miró con furia la habitación y se dirigió al armario abriéndolo de par en par, hallando este medio vacío.
En ese momento sus ojos estaba cargados de odio y su cuerpo ardía de ira, corrió hasta la ventana observando como desde ella descendía una escalera y al asimilar todo salió de la habitación recogiendo el bate y bajando corriendo hasta la puerta de la calle, la abrió y buscó a Daniel con la mirada, pero por lo visto no estaba y salió corriendo a la desesperada a la calle, bate en mano y en pijama, era tal su furia que hasta que no estuvo buscándolo durante media hora no decidió volver a casa, su “presa” había escapado, pero... ¿Cómo y cuándo?. No se lo podía explicar.


Daniel mientras tanto estaba en un bus, de camino a la ciudad. Había escapado de casa mientras cenaban los demás, era lo que habían acordado Antonio y él en la cocina. Daniel se iría con una cantidad de dinero ha la ciudad y desaparecería del pueblo. Su abuelo le pasaría dinero de vez en cuando mientras le fuese posible y el se iría a casa de unos amigos de Antonio, pero debería trabajar para el amigo de su abuelo mientras tanto, hasta que pudiera vivir por su propia cuenta o encontrase otro trabajo.
Por un lado Daniel temía que Carlos descubriese que su abuelo fue quien andaba de tras de todo y le pudiera hacer daño, pero por otro lado... Era o huir o sufrir más palizas, o como hubiese pasado si llega a estar aquella noche en casa, morir.
No había tiempo para mirar atrás, no había tiempo para pensar, no había tiempo para hacer otra cosa que huir de aquella pesadilla, ya habría tiempo para pensar otra cosa.
Miró el reloj del móvil y sin pensarlo dos veces buscó en su agenda el numero de Shara y la llamó.
-Shara... -Susurró con cariño al oír que cogía el móvil a pesar de la hora.
-Bobo... ¡que casi me matan mis padres!. -Exclamó en voz baja.
-Lo siento, lo siento... -Susurró medio sonrojado.
-Aiss. No importa... ¿Cómo estas?, ¿ha pasado algo?. -Le respondió Shara al mirar la hora extrañada en su despertador.
-La verdad es que si... Estoy en... Estoy en un autobús de camino a la ciudad, mi abuelo sabe lo de Carlos y me ha mandado a vivir a casa de un amigo suyo de momento... -Dijo en un hilo de voz.
-¡¿Qué?!. -Shara no cabía en su asombro. Por un lado saber que iba a estar en la ciudad le encantaba, lo iba a tener cerca, pero por otro lado estaba muy preocupada.
-Pues lo que escuchaste cariño. -Susurró Daniel.
-Esto... No se que decir... -Respondió Shara
-No pasa nada, no importa. Deberíamos colgar, es muy tarde y tendrías que dormir mi vida. -Susurró con cariño Daniel.
-Un poquito más, por fis cielo. -Dijo con una voz infantil y de niña pequeña Shara.
-Mmmmmmm... Vaaaaale, de acuerdo, pero la próxima llamas tu que me voy a quedar sin saldo. -Dijo Dani avergonzado.


Carlos estaba entrando por la puerta de la calle y cerrando esta tras de si a la vez que cerraba bien con llave. Estaba abatido, su plan había fracasado y para colmo suyo no sabía a donde había escapado aquella “rata”, que era como el lo llamaba a menudo. Entró al salón a oscuras, observando con detenimiento la chimenea apagada en la que brillaban los barrotes de hierro que servían para remover la madera y las cenizas.
La luna inundaba de luz la mitad del salón, pero Carlos se acercó hasta la única ventana que no tenia la cortina corrida y la deslizó suavemente, dejando caer a su ver el bate que aun mantenía aferrado en su otra mano. Aun no entendía nada. No entendía como se había dado cuenta de que lo iba a matar aquella noche, aunque también pensaba que podía haber tenido suerte al fugarse hoy sin saber que ocurriría. Pero, ¿por qué?, ¿por qué iba a huir?. Nunca se había separado de aquellos dos ancianos y no lo veía capaz de aquello, no podía ser, no era posible.
O a lo mejor si, a lo mejor eso les demostraría a sus abuelos que el tenía razón y su hermano siempre fue un maldito demonio que va arruinando la vida de la gente con quien se junta. Sería su oportunidad, aprovechando el disgusto que se darían ambos al descubrir lo ocurrido, de hacerles ver que el siempre hizo bien en no desearle bien a su hermano.
Resoplando dejó caer su cuerpo sobre el sofá que tenía más cercano y miró al techo pensativo, tenía demasiado en que pensar y muchas preguntas sin respuestas en su mente, aunque su paz no duro mucho rato. La luz se encendió de improvisto y sobresaltado pegó un brinco y se quedó fijamente mirando a la puerta.
-¿Me puedes decir que haces a estas horas en el salón Carlos?. -Dijo de golpe la voz de su abuela.
Carlos suspiró aliviado y dejándose de nuevo caer sobre el sofá respondió. -Nada, simplemente me desvelé y me bajé abajo.
-Deberías subir y dormir Carlos, ya es muy tarde, nada, si no me haces caso por vieja hazlo por que soy tu abuela. -Le replicó María.
-Bueno, de acuerdo, pero que conste que no eres vieja eee. No digas tonterías abu. -Le guiñó un ojo y acariciándole el hombro se fue a su habitación dejando el bate atrás, no podía arriesgar a cogerlo.


De momento todo le era extraño, pero no solo para él, sino también para Daniel, el cual no entendía porque su hermano lo odiaba tanto, no entendía porque tenía abandonar a la poca familia que le quedaba en esta vida, no entendía casi nada.
¿Y qué era de Emma y su problema con Aiden?. Lo que si sabían todos es que el destino estaba siendo modificado por cada uno y que sus vidas estaban dando un giro, para bien o para mal, todo estaba por verse.